Agricultores demandan precios rentables: Rezago de los precios afecta las inversiones y el desarrollo del sector
Los productores se han debido enfrentar en los últimos tres años a un clima desfavorable ARCHIVO
En 2011, por tercer año consecutivo, el renglón en las estadísticas del Banco Central de Venezuela (BCV) que incluye la agricultura registró una caída, en este caso de 1,4% con respecto al 2010. Esto se suma al 1,05% del 2010 y al 0,4% del 2009. En otras palabras, la agricultura se encuentra sumergida en un período recesivo.
Varios elementos se han unido para que el sector no haya podido levantar cabeza. En primer lugar un clima poco benevolente desde el 2009, primero con una fuerte sequía, y luego con dos años seguidos de abundantes lluvias. A esto se suman la falta de insumos, las amenazas a la propiedad privada y la inseguridad.
Pero por encima de estos problemas hay un punto que ha perjudicado más el desempeño del sector: los precios. "El productor quiere precios, quiere tener una actividad rentable, que se le saque provecho, que le dé beneficios", comenta una fuente ligada al sector.
Los controles en los precios a los productores del campo se han mantenido por debajo de la inflación y por debajo de las expectativas de los agricultores. Esto se ha traducido en una rentabilidad negativa, o muy pequeña que ha impedido el crecimiento del sector.
En rubros emblemáticos como el maíz, el sorgo y la caña de azúcar con el pasar del tiempo el rezago en los precios de venta con respecto a los costos de producción son cada vez mayores.
La poca rentabilidad no sólo impide el desarrollo de las inversiones para el aumento de la productividad, sino que también afecta la capacidad de pago de los compromisos adquiridos por los agricultores y los ha llevado a un nivel de endeudamiento que ya es considerado como preocupante.
Se aleja la inversión
Desde que el Gobierno adelanta su política de expropiaciones, el Ejecutivo ha "recuperado" más de 3 millones 600 mil hectáreas en todo el país, y la tendencia es a seguir incrementando esa lista.
"No hay nada que aleje más la inversión que tener una amenaza, una sospecha de que te van a invadir. Así nadie invierte en infraestructura, en mejoramiento de pastos, cercado, almacenes, depósitos, cuando tienes la sombra de una invasión", señala la fuente.
Estas limitaciones que se coloca el sector privado, gracias a las constantes amenazas, han impedido el avance en la producción y con ello se acentúa la recesión agrícola.
Al clima de inseguridad jurídica se debe añadir la inseguridad rural. Secuestros, asesinatos, robos de productos y de insumos han llevado a los agricultores a invertir en medios para protegerse, y dichos costos no son tomados en cuenta dentro de las estructuras.
Competencia desleal
A finales de la década de los 90 el promedio de importaciones agrícolas era de $1.500 millones por año, de acuerdo a cifras de Fedeagro. En los últimos tres años dicho monto ha ascendido a $ 6.500 millones.
Ante la imposibilidad del Gobierno para fomentar la producción nacional los productos extranjeros han sido la solución para mantener abastecido el mercado. Dichas importaciones provienen de países con inflaciones de un dígito, subsidios estatales significativamente altos, son productos de origen transgénicos (semillas modificadas genéticamente) prohibido en Venezuela, elementos que constituyen una desventaja para los productores nacionales. "Cuando se cuestionan las condiciones que coloca el Gobierno se amenaza con sustituir las cosechas con importaciones", dice la fuente. Este ambiente hostil en torno al agro sólo genera que la recesión se recrudezca y aleje la soberanía alimentaria
Varios elementos se han unido para que el sector no haya podido levantar cabeza. En primer lugar un clima poco benevolente desde el 2009, primero con una fuerte sequía, y luego con dos años seguidos de abundantes lluvias. A esto se suman la falta de insumos, las amenazas a la propiedad privada y la inseguridad.
Pero por encima de estos problemas hay un punto que ha perjudicado más el desempeño del sector: los precios. "El productor quiere precios, quiere tener una actividad rentable, que se le saque provecho, que le dé beneficios", comenta una fuente ligada al sector.
Los controles en los precios a los productores del campo se han mantenido por debajo de la inflación y por debajo de las expectativas de los agricultores. Esto se ha traducido en una rentabilidad negativa, o muy pequeña que ha impedido el crecimiento del sector.
En rubros emblemáticos como el maíz, el sorgo y la caña de azúcar con el pasar del tiempo el rezago en los precios de venta con respecto a los costos de producción son cada vez mayores.
La poca rentabilidad no sólo impide el desarrollo de las inversiones para el aumento de la productividad, sino que también afecta la capacidad de pago de los compromisos adquiridos por los agricultores y los ha llevado a un nivel de endeudamiento que ya es considerado como preocupante.
Se aleja la inversión
Desde que el Gobierno adelanta su política de expropiaciones, el Ejecutivo ha "recuperado" más de 3 millones 600 mil hectáreas en todo el país, y la tendencia es a seguir incrementando esa lista.
"No hay nada que aleje más la inversión que tener una amenaza, una sospecha de que te van a invadir. Así nadie invierte en infraestructura, en mejoramiento de pastos, cercado, almacenes, depósitos, cuando tienes la sombra de una invasión", señala la fuente.
Estas limitaciones que se coloca el sector privado, gracias a las constantes amenazas, han impedido el avance en la producción y con ello se acentúa la recesión agrícola.
Al clima de inseguridad jurídica se debe añadir la inseguridad rural. Secuestros, asesinatos, robos de productos y de insumos han llevado a los agricultores a invertir en medios para protegerse, y dichos costos no son tomados en cuenta dentro de las estructuras.
Competencia desleal
A finales de la década de los 90 el promedio de importaciones agrícolas era de $1.500 millones por año, de acuerdo a cifras de Fedeagro. En los últimos tres años dicho monto ha ascendido a $ 6.500 millones.
Ante la imposibilidad del Gobierno para fomentar la producción nacional los productos extranjeros han sido la solución para mantener abastecido el mercado. Dichas importaciones provienen de países con inflaciones de un dígito, subsidios estatales significativamente altos, son productos de origen transgénicos (semillas modificadas genéticamente) prohibido en Venezuela, elementos que constituyen una desventaja para los productores nacionales. "Cuando se cuestionan las condiciones que coloca el Gobierno se amenaza con sustituir las cosechas con importaciones", dice la fuente. Este ambiente hostil en torno al agro sólo genera que la recesión se recrudezca y aleje la soberanía alimentaria
ENDER MARCANO| EL UNIVERSAL
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