La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) junto a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desarrollaron una guía ilustrada para reducir la exposición de niños a los plaguicidas tóxicos utilizados en la agricultura.
Y es que según datos de la OIT, casi 100 millones de niños y niñas entre 5 y 17 años están sometidos al trabajo infantil en la agricultura, de los cuales muchos se exponen directamente a químicos tóxicos cuando realizan labores agrícolas.
Pero eso no es todo, ya que la FAO indica que los niños también están expuestos cuando ayudan con las tareas de la familia, juegan en los campos, y a través de los alimentos y el agua que consumen.
La preocupación de las organizaciones internacionales radica en que los niños son mucho más sensibles a los plaguicidas que los adultos, cuya exposición puede llevar al envenenamiento agudo, haciendo que se enfermen inmediatamente después del contacto.
No obstante, cabe señalar que en muchos casos esto tiene consecuencias a más largo plazo, pudiendo llegar a transformarse en enfermedades crónicas que afecten su salud y desarrollo.
Así, limitar el uso de plaguicidas y promover alternativas no tóxicas se ha convertido en una tarea clave para reducir la exposición, donde la educación es igualmente crucial.
De esta manera, la iniciativa –que consiste en una guía visual- llamada ¡Proteja a los niños de los plaguicidas!, (Protect children from pesticides!) proporciona una herramienta de formación fácil y accesible para los niños y sus familias.
Esta ayuda a los agentes agrícolas de extensión, educadores rurales, inspectores laborales, y a las organizaciones de productores, a identificar y minimizar los riesgos en el hogar y en el campo. También aprenden a reconocer y responder a los signos de exposición a sustancias tóxicas, indica FAO.
“La guía -de fácil manejo- cuenta con tres módulos principales: cómo están expuestos los niños a los plaguicidas, cuáles son los riesgos para su salud -y por qué los niños son especialmente vulnerables-, y qué se puede hacer para reducir esos riesgos”, detalla el sitio.
“La herramienta fue desarrollada inicialmente en Malí, donde ahora es ampliamente utilizada por los agentes de extensión, las escuelas de campo para agricultores, inspectores del trabajo y las organizaciones de productores”, explicó Rob Vos, director de la División de Protección Social de la FAO.
“Su uso también se está expandiendo en Níger y otros países africanos. Estamos viendo un creciente interés de otras regiones. La guía no sólo está concientizando de que hay que hacer algo, sino que también muestra lo que hay que hacer”, añadió.
Actualmente, la guía está disponible en varios idiomas (inglés, francés, portugués, español y próximamente en ruso), y además se adapta a diferentes contextos regionales, incluyendo Europa oriental, el Cáucaso y Asia Central, América Latina y el Caribe, y Asia-Pacífico.
En relación a lo anterior, es importante señalar que el esfuerzo para adaptar la guía ilustrada y promover su uso es apoyado el Convenio de Rotterdam, un tratado multilateral para promover la responsabilidad compartida en relación con la importación de productos químicos peligrosos. Asimismo, la Secretaría de la convención es ejercida de forma conjunta por la FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
“Este es un buen ejemplo de cómo la labor normativa de una convención puede contribuir a alcanzar a los grupos más vulnerables y mejorar algo sus vidas”, señaló Christine Fuell, coordinadora de la FAO para el Convenio de Rotterdam.
“Las coloridas ilustraciones se basan en el conocimiento local y se refieren a situaciones muy concretas y reales, con lo que también atraen a los niños, aumentando su propia conciencia de los riesgos que plantean los plaguicidas”, detalló.
Y es que los niños poseen características biológicas y de comportamiento que los hacen más susceptibles al efecto de los químicos. Respiran más aire que los adultos y por lo tanto aspiran más polvo, vapores tóxicos, y gotas de la pulverización. Asimismo, los niños tienden a comer más –en relación a su peso- lo que facilita que ingieran alimentos con mayor cantidad de toxinas.
“Todos estos factores pueden llevar a una mayor absorción de productos químicos, y los órganos de los niños son menos capaces de eliminar los plaguicidas debido a que aún no están completamente desarrollados”, destaca el manual.
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